“…Gracias…”
Gracias
por batir tus alas
para
alejar las llamas,
por
enfrentarte a la muerte
que
sin piedad me reclama.
Gracias
por entender mis palabras,
cuando
no podía hablar,
por
ansiar que mi sonrisa
te
pueda regalar.
Gracias
por abrazar mi cuerpo
cuando
estaba moribundo,
por
alejar los demonios
de
mi sueño profundo.
Gracias
por llorar en mi nombre,
y
por sanar mis heridas,
por
decirle al ángel negro
que
aún no habrá una despedida.
Por
cosechar los frutos
de
todo lo que he sembrado,
gracias,
tierno ángel,
por
el amor que me has brindado.
Gracias
por el que te brindo yo,
cuando
estoy en la penumbra,
porque
el negro de tus ojos,
si
me mira, me deslumbra.
Si
tus alas se tornan rojas,
por
la sangre en la batalla,
yo
las limpiaré, las mantendré pulcras,
así
sea con mis lágrimas.
Si
tu cuerpo está cansado,
o
sientes pena o dolor,
hay
un espacio en mi pecho
donde
encajas a la perfección.
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