Entro al tablero,
desde
el punto de partida,
soy
el rey disfrazado de alfil negro,
soy
el rey y soy espía.
A
la derecha, mi Dama Negra,
a
lo lejos, mi Dama Blanca,
la
tensión es evidente,
en
mi cara se recalca.
Cuando
todos se descuiden,
yo
escaparé a tu lado,
pues
en ambas Damas está
lo
mejor que el mundo me ha dado.
Una
marcha de peones,
el
sangriento plato de entrada,
los
contemplo calculador,
la
palabra: estocada.
Un
caballo galopando
con
su espada entra al acto,
a
lo que mi reina intercede
y
lo desmonta ipso facto.
Poco
a poco los obstáculos
quedan
fuera del tablero,
y
con mis ojos clavados en los tuyos
surgen
todos mis te quieros.
Ahora
sólo somos nosotros,
ahora
es cuando es en serio,
¿que
por qué las dos damas?
Eso
no es un gran misterio.
Hay
un espacio pequeño
por
el que se cuela el alfil,
y
la dama blanca no se interpone,
por
lo que el rey tiene que huir.
Y
a mi criterio eres mía,
a
mi criterio te merezco,
y
con criterio sonrío,
y
sin criterio enloquezco.
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