Llevaba tiempo sin tomar una
decisión tan buena como lo es haberme fijado en ti. Esa forma de expresarte,
impregnando tus palabras con el misterio que te caracteriza, demostrando que,
caminando por tus calles, a la vuelta de la esquina, siempre conseguiré algo
nuevo y sorprendente. El sabor a lujuria que deja tu mano al escribir, tus palabras,
tus besos, el danzar de tu lengua en mi boca. Lo suficientemente fuerte para
perder la cordura, lo suficientemente débil para nunca saciarse. Sentado en la
penumbra, leyendo tu carta, siento tus alas abrazarme, y cierro los ojos porque
a donde sea que quieras volar conmigo, yo querré ir. Tu maestro y tu aprendiz,
el que bebe de la fuente y la fuente, todo y nada, tu luz y tu oscuridad, tu
amo y tu sirviente... Tu depredador y tu presa. Dos polos de lo mismo, jugando
a cambiar de positivo a negativo, siempre uno contrario al otro, siempre
atrayéndonos.
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