De
rodillas ante ti afirmo,
y
es algo por lo que me aflijo,
que
el ser humano siempre ha sido
el
peor de todos los hijos.
No
somos dignos de tal grandeza,
no
sé para qué vivimos,
pues
sólo de algo tengo certeza:
nacemos,
crecemos... y destruimos.
Y
la madre llora, llora,
pues
se siente traicionada,
y
pocos van a socorrerla
sin
actitud desalmada.
Corre
a saciar nuestra sed,
con
agua pura, bebible;
como
gesto de gratitud
la
volvemos inservible.
Puso
belleza ante nuestros ojos,
pero ¡vamos! ¿quién la quiere?
Mejor
hacerla pedazos
y
quedarnos con sus pieles.
Y
la madre llora, llora,
y
su dolor no se sacia,
pues
hay quienes todavía
ríen
de su desgracia.
¡Y
tan buena es
que
nos sigue dando todo!
y
nosotros escupiéndola,
dañándola
de todos modos.
Y
pocos pueden ver,
su
sangre que se derrama,
cambiando
bosques por hojas,
cambiando
bosques por llamas.
Y
por cada gota de sangre,
de
agua también una gota,
y
aún no abrimos los ojos,
¿y
el tiempo?... ¡se nos agota!
Y
la madre llora, llora,
le
piden piedad, más no la ayudan,
pues
quieren tener ropa
aún
dejándola desnuda.
Y
la madre llora, llora,
del
amanecer al ocaso,
y
las lágrimas inundan,
arrastran
casas a su paso.
Nosotros
la hicimos llorar,
por
nosotros está herida,
sino
ayudamos, seguirá llorando,
hundiendo,
quitando vidas.
Sólo
de algo tengo certeza:
nacemos,
crecemos... y destruimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario