Desnuda, como llegó al
mundo; desnuda, como partirá de él. Deshecha en lágrimas, lágrimas que adornan
el suelo junto con las colillas y una botella vacía de algún vodka barato. Así
se encuentra Sofía, con una hojilla que acaricia su piel, que de a ratos le da
un beso sangriento. Entrega su última carta al viento, en una hoja que se
mancha de sangre al rozar sus alas malheridas. Sofía resume su vida en ráfagas
de pensamientos. Recuerda a los vampiros que la atacaron en esa noche donde
reinaba la oscuridad, dejándola moribunda. Recuerda la cruz que fue obligada a
cargar, doblegándose por el peso. Enciende su último cigarro con manos
temblorosas, y sonríe al recordar que pronto no habrá más dolor. Sofía era
hermosa, sus pechos descubiertos a la luz de la luna no podían verse mejor. Logra
ver a un sujeto encapuchado, vestido todo de negro, abajo en la calle. Su
espalda apoyada contra un muro, su rostro no logra ver por la capucha, pero
siente que sonríe.
-Ya era hora, idiota -le susurra amargamente a la muerte,
mientras se coloca de pie.
Sofía disfruta sus
últimas bocanadas de aire como el mejor de los manjares, mientras la cruz que
cuelga de su cuello cae repentinamente haciéndose añicos. Se coloca a un paso
de la caída, y sólo se detiene unos segundos a mirar la luna llena y las
estrellas, antes de cerrar los ojos.
-Rompieron mi espada, necesito tu hoz -logra decir
justo antes de que una ráfaga de viento despierte sus cabellos.
Como si fuera la señal
esperada, Sofía da un gran salto hacia adelante, y comienza a caer más y más
rápido; sus alas se deshacen a medida que cae. Siente que ya debe estar por
tocar el suelo, y sonríe. Pero algo la abraza, y se eleva nuevamente: la Muerte
la coloca a salvo. Sus alas negras son inmensas, y sólo se ven unos ojos rojos
a través de la capucha. Inesperadamente, la muerte se arrodilla, y besa los
pies de Sofía.
-Tu hoz -le dice ella impacientemente, a lo que la
muerte responde entregándosela.
Sofía acaricia el arma,
admirando su filo, hipnotizada con su brillo. Fueron dos descensos limpios, y
ejecutados de una manera inigualable. Un desgarrador grito interrumpe el
silencio, acompañado de una carcajada de triunfo. Una figura desnuda se retira del
lugar, dejando a la muerte ensangrentada, con sus alas mutiladas. Sofía nunca
volvió a ser vista, y desde entonces, nosotros mismos nos encargamos de darnos
muerte.
...Even with a broken sword,
stay on your feet till the end...
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