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domingo, 9 de marzo de 2014

Sofía (Fecha desconocida)

Desnuda, como llegó al mundo; desnuda, como partirá de él. Deshecha en lágrimas, lágrimas que adornan el suelo junto con las colillas y una botella vacía de algún vodka barato. Así se encuentra Sofía, con una hojilla que acaricia su piel, que de a ratos le da un beso sangriento. Entrega su última carta al viento, en una hoja que se mancha de sangre al rozar sus alas malheridas. Sofía resume su vida en ráfagas de pensamientos. Recuerda a los vampiros que la atacaron en esa noche donde reinaba la oscuridad, dejándola moribunda. Recuerda la cruz que fue obligada a cargar, doblegándose por el peso. Enciende su último cigarro con manos temblorosas, y sonríe al recordar que pronto no habrá más dolor. Sofía era hermosa, sus pechos descubiertos a la luz de la luna no podían verse mejor. Logra ver a un sujeto encapuchado, vestido todo de negro, abajo en la calle. Su espalda apoyada contra un muro, su rostro no logra ver por la capucha, pero siente que sonríe.
-Ya era hora, idiota -le susurra amargamente a la muerte, mientras se coloca de pie.
Sofía disfruta sus últimas bocanadas de aire como el mejor de los manjares, mientras la cruz que cuelga de su cuello cae repentinamente haciéndose añicos. Se coloca a un paso de la caída, y sólo se detiene unos segundos a mirar la luna llena y las estrellas, antes de cerrar los ojos.
-Rompieron mi espada, necesito tu hoz -logra decir justo antes de que una ráfaga de viento despierte sus cabellos.
Como si fuera la señal esperada, Sofía da un gran salto hacia adelante, y comienza a caer más y más rápido; sus alas se deshacen a medida que cae. Siente que ya debe estar por tocar el suelo, y sonríe. Pero algo la abraza, y se eleva nuevamente: la Muerte la coloca a salvo. Sus alas negras son inmensas, y sólo se ven unos ojos rojos a través de la capucha. Inesperadamente, la muerte se arrodilla, y besa los pies de Sofía.
-Tu hoz -le dice ella impacientemente, a lo que la muerte responde entregándosela.
Sofía acaricia el arma, admirando su filo, hipnotizada con su brillo. Fueron dos descensos limpios, y ejecutados de una manera inigualable. Un desgarrador grito interrumpe el silencio, acompañado de una carcajada de triunfo. Una figura desnuda se retira del lugar, dejando a la muerte ensangrentada, con sus alas mutiladas. Sofía nunca volvió a ser vista, y desde entonces, nosotros mismos nos encargamos de darnos muerte.

...Even with a broken sword, stay on your feet till the end...

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