“Puede
ser que sin vos diga tu nombre, cierto, puede ocurrir que alcance sin manos tu
cintura” Cortázar.
Puede que me arranquen los ojos y, a partir de ese
momento, seas lo único que pueda ver. Un fulgor grisáceo se adueñó de la
palidez verde de los jardines poblados. Un instante después, todo se tiñó de un
rojo reluciente y pude, sin lugar a
dudas, alcanzarte a ti y a tu desnudez, adornada con tus cabellos largos
desparramados por toda la suavidad de tu piel, sin ni siquiera moverme. Fue
entonces cuando mis rodillas se doblaron para recibir la jaula de la cual,
tiempo después, no iba a querer salir, incluso con las puertas abiertas.
Sediento, adicto y somnoliento, iba gateando por el jardín, alucinando con
colores y un sinnúmero de figuras que representaban las sonrisas que te robé.
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