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domingo, 6 de abril de 2014

Lobos negros (20 de Febrero. 2014)

“Se suponía que estuvieras aquí. Y no estoy hablando de tu omitida presencia” Carolina Londres.
         Los restos fríos de la pizza sucumben, víctimas de las moscas grises y una hormiga aventurera. La noche se vuelca sobre las ventanas como un lobo sobre su cena; como un gran maremoto de agua negra… o como un gran maremoto de lobos negros sobre mí.
        Monto en mi caballo, recuerdo que estoy encerrado, vuelvo a bajar mecánicamente. Hundo mis nudillos débilmente, sin fuerza, en las paredes.
        En la mano izquierda dejo que se aferre la décima copa. El vendedor me dijo que era sangría, pero sospecho que mentía: sabe a sangre.
        En la mano derecha, dejo que juegue una pequeña, ligera y extremadamente afilada daga de hueso. El vendedor me dijo que era de un león, pero sospecho que mentía: parece sacada de una de mis costillas.
        Miro el reloj por enésima vez en los últimos quince minutos. Es evidente que no vas a venir. No percibo ni tu olor. No consigo ni uno de tus cabellos. Todo comienza a dar vueltas, así que opto por cerrar los ojos. Nítidas y quebradizas, llegan tus facciones y tu silueta. Abro los ojos, miro el reloj… es evidente que no vas a venir.

        Hundo mis nudillos en las paredes y las deformo a mi antojo. Hundo la daga de hueso en el gran maremoto de lobos negros que se cierne sobre mí. Al amanecer, me hubieses podido encontrar llorando, vomitando, una a una, las diez copas de sangre para alimentar a los lobos negros. Pero… es evidente que no vas a venir.

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