"Mirando la voluta que brotaba dócil de su boca, se preguntaba él una
vez más qué diablos hacia allí, con aquella mujer que podía destruirlo si sus reflejos no fueran tan certeros, si no intuyera el peligro cada vez que
la poseía..." María Elena Llana - Apenas Murmullos.
Entrar en el jardín, entrar en la rosa azul y ahí, en ese angosto cilindro, en el más ínfimo
detalle, conseguir el botón que acciona el
conteo regresivo, la bomba que se llevara todo a su paso: un perfume con olor a cristal que
gira sobre la grama lanzando ondas blancas.
La luna, esta noche, quiere dejarme marcas de lapiz labial en una mejilla; mientras tanto, tú
te arrodillas y das a luz a un conejo, de esos
que corren en pleno caos y parecen inmunes a
la radiación que sufre por hacerlo sufrir.
Poco tiempo después comienza la tormenta
eléctrica, de rayos de azúcar que te bañan el
cuerpo en vez de partírtelo en dos. Una dulce melodía que te hace sonreír entre espasmos
pronunciados y un hilo conductor entre
nuestros ojos.
Así comienza el cortejo repleto de mordidas
asesinas que no nos matan, como tu mirada sí hace. Mientras tanto, yo procuro no mirarte
esta noche.
Tengo guantes para no hacer contacto con tu piel y una máscara para no poder besarte. Me dedico a contemplarte, desnuda y miserable,
ataviada de miedos, fracasos y esmeraldas que revolotean como luciérnagas apartando piel y exhibiendo grietas de tu profundo
masoquismo.
Me dedico, finalmente, a doblar la hoja con
cuidado, pues lo sé... sé que no nos
hundiremos si nos lanzamos al océano,
remando con las manos, en un barco de papel y con las explosiones al fondo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario