No eres sabia y yo no lo sabía.
Entre risas y caricias jugué mucho tiempo
(mucho más de lo debido) a intentar
transformar en diptongo el inevitable hiato
que terminó por golpearme repetidas veces el rostro con la misma fuerza y el efecto
contrario del café recién hecho.
Quise tanto invadir tu lienzo entre beso y
beso, esbozar con cientos de colores una
innumerable cantidad de paisajes, sembrar los problemas y hacer que creciera un árbol
enorme para dormir en sus ramas o para
escalar a una nube, sumergir los miedos en un lago cristalino hasta que se ahogaran...
cuidarte, para que me salvaras... terminé
desdibujando mi orgullo y parte de mis
fuerzas y dándome cuenta de que el árbol, las nubes, el lago... no los estaba creando en
nuestro mundo: todo lo estaba sacrificando de mi mundo para regalártelo a ti.
El cuarto oscuro, la sal compactada de un
par de lágrimas que no pude quitarte de la
cara a tiempo... todo se irá cabalgando
torpemente.
No me arrepiento de la valentía suicida que
me permitió arriesgarlo todo. El final, sin
embargo, desde hace rato se veía venir. Ahora, si me disculpas (y si no, también), saltaré del árbol para dormir bajo el agua.
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